Estudio reveló que una de cada dos mujeres campesinas ha sido víctima de violencia intrafamiliar

La investigación de la Universidad de La Sabana evidenció que la mayoría de víctimas no se atreven a denunciar por temor o vergüenza.

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Un estudio efectuado por la Universidad de la Sabana consultó a 237 mujeres campesinas con edades entre los 16 y los 81 años, y reveló que el 53 por ciento de las mujeres en el campo sufren de algún tipo de violencia o maltrato intrafamiliar.

Entre las prácticas más comunes de violencia se destacan las que, según el estudio, «parecen invisibles», a saber, menospreciar, zarandear o sacudir al otro; realizar chistes o bromas de mal gusto; manifestar celos obsesivos que no permiten a la pareja relacionarse socialmente; golpear objetos con el fin de infundir miedo y mostrar autoridad o la amenaza constante de acabar con la relación.

Además, el estudio mostró que las mujeres son las principales víctimas en el sector rural, seguidas de los niños, los hombres y, finalmente, los adultos mayores.

Según María del Carmen Docal, docente del Instituto de la Familia de la Universidad de La Sabana y directora del informe, la problemática está presente tanto en el ámbito rural como en el urbano. Para ella, «la dependencia económica y la cultura machista» siguen estando presentes en todos los niveles sociales.

Docal agregó que otro de los factores que complejiza la solución de la problemática es el temor de denunciar los casos de violencia. «La filosofía de que ‘los trapos sucios se lavan en casa’ ha provocado que algunas mujeres se abstengan de denunciar». Además, el temor a posibles represalias también impide que muchas mujeres visibilicen sus casos ante las autoridades.

Ser objeto de chismes o burlas por denunciar es otro de los factores que hace que las mujeres no denuncien. «En muchos municipios hay solamente una comisaría de familia, y si una mujer va a denunciar, toda la gente se da cuenta», explicó Docal, quien agregó que esto provoca que la mujer prefiera seguir aguantando el maltrato.

Pero los factores que impiden la denuncia no se limitan al temor y la vergüenza. El desconocimiento también es un agravante de la problemática. «Hay prácticas en la vida cotidiana de las personas que no son consideradas violencia, cuando en realidad lo son», señaló Docal, quien agregó que acciones tales como chistes sexistas o burlas pesadas en contra de la mujer por su condición son un tipo de «violencia sutil» que, igualmente, debe ser denunciada.

Pero la investigación reveló que, en casos puntuales, la violencia física llegó al punto de la utilización de ácido para ocasionar quemaduras al otro. «Se encontraron incluso casos en los que las mujeres estaban en riesgo de muerte», señaló la directora del estudio.

Los victimarios y el transfondo

Los victimarios de las mujeres, cabe aclarar, no siempre son los hombres. Si bien éstos son los más ocasionales, con un 56 por ciento de las veces, de igual forma en el 25 por ciento de los casos las victimarias son otras mujeres. Además, en el ocho por ciento son niños y en el cuatro por ciento adultos mayores.

En relación con la frecuencia de la conducta violenta, el estudio demostró que en un 45 por ciento de las veces es ocasional, en el 21% es frecuente, en el 17% esporádico y en un «preocupante» 15% es constante.

Ante tales cifras, María del Carmen Docal manifestó la importancia de realizar una labor interinstitucional con el fin de contrarrestar la presencia de este delito. Asimismo, el informe que ella dirigió develó que las oportunidades educativas y laborales que tienen ante sí las campesinas en Colombia son factores relacionados con la frecuencia y forma del delito.

Si bien en todos los estratos socio-económicos está presente la problemática, en la población en contextos educativos y laborales más precarios la situación se agrava, en especial por medio de prácticas en las que la fuerza física bruta está presente.

Para finalizar, por ejemplo, solo el seis por ciento de las mujeres del sector rural es bachiller, el 45 por ciento no terminó la primaria, el 25 no se graduó de secundaria y tan solo el uno por ciento tiene un título técnico o tecnológico; adicionalmente, el siete por ciento de la población femenina rural no sabe leer ni escribir.

Acerca de David Esteban Álvarez Ortiz

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Soy periodista, locutor e historiador en formación. Aficionado a la cocina, al cine, al fútbol y al baile, creyente de la educación como motor de cambio. Redactor de economía y derechos humanos.

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