Colombia, un país lleno de riquezas con una enorme pobreza llamada paz

Ya son 205 años de una parcial independencia, que luego de tres años de diálogos, esperamos sea total: la independencia de la guerra.

Foto: Cortesía

Colombia, el país de las multiculturas, riquezas, petróleo, café, 32 departamentos, bañada por dos océanos. El país con más de 47 millones de habitantes, la tercera nación del mundo con mayor cantidad de hispanohablantes. Colombia, la nación de Cartagena, San Andrés, Patarroyo, García Márquez, Fernando Botero, Nairo, “El Pibe”, Mariana Pajón… Colombia, el país de las Farc y de un conflicto armado que lo empobrece con ausencia de paz.

Nacimos como estado en 1810 a partir del Virreinato de la Nueva Granada, colonia del Imperio español fundada en 1572. Luego, para 1886, tomamos definitivamente el nombre actual de República de Colombia. Nuestra historia se divide en época precolombina, descubrimiento y conquista española; colonia, independencia, consolidación republicana, y siglo XX y XXI.

Años turbulentos ocurrieron al comienzo de la nación constituida como República, con la tensión entre una concepción federalista del Estado a la manera estadounidense y una concepción centralista a la manera francesa.

Estas tensiones, condujeron al país a permanentes guerras de las que derivaron los ya no tan populares, tradicionales y seguidos, partidos Liberal y Conservador. La Constitución de 1886, liderada por el presidente Rafael Núñez, puso fin a la hegemonía liberal y creó un estado centralista, conservador y estrictamente católico.

Así, la turbulencia llegó a Colombia de la mano de un flagelo llamado violencia. Este karma apareció tempranamente y aún no se marcha, es nuestro gran lunar. El siglo XX, por ejemplo, fue inaugurado con la Guerra de los Mil Días, una confrontación que como resultado, debilitaría de gran manera al Estado, frenaría el desarrollo económico y haría que el país perdiera a Panamá en 1903.

Mueren los aparentes “salvadores”

Foto: Cortesía. Luis Carlos Galán Sarmiento.

Algo que caracteriza a Colombia, sin duda y por vergüenza, es la capacidad que tienen los violentos para frenar el accionar de quienes, aparentemente, tenían la habilidad de lograr cosas diferentes. Aquellos que lucharon por una nación limpia, quienes derribaron paradigmas, caudillos apoyados por las multitudes, pero asesinados por minorías a los que nunca les ha convenido que muera la guerra.

El 9 de abril de 1948 precipitaría al país a una violencia inusitada que enfrentó principalmente a los campesinos con los militantes de los dos partidos tradicionales. El asesinato ese día de Jorge Eliecer Gaitán, conocido como el “Caudillo Liberal”, desencadenó en una jornada violenta que cobró la vida de miles. Para muchos, Gaitán tenía en sus manos el futuro de un país diferente. Su talante, temple y carácter, lo convirtieron en un líder que llenaba de esperanzas a los más pobres.

El país seguía avanzando de la mano de gobiernos que la mayoría de las veces “tocaban”, pues las hegemonías partidistas eras las encargadas de poner en la cúspide al líder que quisieran, la mayoría de las veces, el que menos beneficiara al buen desarrollo de la Nación, favoreciendo como suele suceder a la burguesía y desfavoreciendo a los que menos poseen.

Ya en la de década de los 70, aparece en Colombia el narcotráfico, de la mano de familias prestantes que figuraban como comerciantes, ganaderos y empresarios. Con ellos, además, comenzó a librarse una batalla por modificar normas legislativas como la extradición de colombianos a Estados Unidos. Además, se comenzaron a formar los grupos paramilitares que aparecieron en regiones como Urabá, Córdoba y el Magdalena Medio, como método de defensa contra las guerrillas que repuntaban desde años atrás, prácticamente desde que se sucedió la muerte de Jorge Eliécer Gaitán.

El 18 de agosto de 1989, en Soacha, Cundinamarca, el país vio caer a otro de esos líderes que eran esperanza de un pueblo que soñaba con la paz, el progreso, el fin de la guerra y de las guerrillas. Luis Carlos Galán, líder del Nuevo Liberalismo, fue asesinado a manos del complot entre el Cartel de Medellín y los grupos paramilitares liderados por los hermanos Castaño.

Una vez más, el país se desangraba en un mar de desesperanza y perdía a un hijo ilustre, esperanza de cambio.

Procesos de paz

Foto: Cortesía. Andrés Pastrana y Manuel Marulanda Vélez, alias «Tirofijo», en díalogos de paz

Pese a tanta desilusión que vivía el país, gobernantes venideros siempre intentaron la paz. Después de gobiernos de transición como los de César Gaviria y Ernesto Samper, en los que la lucha contra el narcotráfico y las guerrillas fue poco fructífero, el Gobierno liderado por Andrés Pastrana tuvo un intento por encontrar la tan anhelada paz.

Pastrana creo una zona de despeje, intentando alcanzar la paz, pero este hecho sólo parecía fortalecer el accionar de las Farc y aumentaron su actividad militar en el país por medio de atentados, secuestros, intimidación y tráfico de drogas. Luego de desplantes, reuniones y un aparente proceso de diálogos, las negociaciones no prosperaron y la racha de violencia siguió su curso.

Luego, sería Álvaro Uribe quien intentara un proceso, esta vez, con los grupos paramilitares. Logró la desmovilización de algunos de estos grupos, pero los reinsertados recabaron en nuevas estructuras como bandas criminales. Además, se intensificó la oleada militar contra las guerrillas, especialmente contra las Farc, rivales declarados del mandatario y con quien, además, mantenían una lucha ideológica estructural infranqueable.

Durante este gobierno, el Ministro de Defensa era Juan Manuel Santos, sucesor de Uribe en la Presidencia y quien luego de llegar al poder, se propondría comenzar diálogos con las Farc para lograr finalmente la paz en Colombia.

Santos y su búsqueda de la paz

Foto: Archivo. Humberto de la Calle, líder del Gobierno de Santos en los Diálogos de Paz.

Durante el año 2011, mediante la promulgación de la Ley de víctimas y restitución de tierras, Juan Manuel Santos, ahora presidente, manifestó su intención de retomar las discusiones de paz con las Farc, lo cual derivó en una serie de comunicaciones secretas por medio de recados entre la subversión y el Gobierno.

Se establecieron los parámetros y se designaron equipos negociadores, quienes primero en Noruega realizaron una reunión inicial para determinar antecedentes y poner reglas a tratar, además de una agenda con puntos en discusión. Una vez establecidos los parámetros por medio de los cuales se llevarían a cabo los próximos encuentros, Santos incluyó en su delegación a Frank Pearl, Sergio Jaramillo y al exvicepresidente Humberto de la Calle.

El 4 de septiembre de 2012, el presidente, Juan Manuel Santos, anunció mediante una alocución que se habían iniciado oficialmente los diálogos de paz, afirmando que “no repetiremos los errores cometidos en el pasado”.

Desde ese momento se comenzaron a desarrollar los diálogos de paz, que han tenido como garantes a los mandatarios de Noruega, Cuba, Venezuela y Chile. La agenda está integrada por cinco puntos, algunos de los cuales coinciden con proyectos que el Gobierno de Santos previamente impulsó, como la ley de víctimas, la reparación, verdad y reconciliación; el tema de restitución de tierras, impulsar el agro, la participación el política, solucionar el problema de las drogar y el cese bilateral al fuego.

Durante este proceso, muchos han sido los tropiezos en pro de buscar el fin del conflicto. Cientos de personas han muerto, daños ambientales y a la infraestructura, han sido obstáculo para que las cosas lleguen a su fin.

Varias veces, la guerrilla de las Farc han decidido plantar un cese al fuego, pero las cosas se terminan rompiendo y los diálogos se ven empañados por ataques a la población civil, principales víctimas en cada conflicto, en especial durante el colombiano.

Hoy, 20 de julio, fecha en la que nuestro país conmemora un aniversario más desde su Independencia, los colombianos esperamos que el llamado a un nuevo cese unilateral proclamado por las Farc, esta vez por un mes, sea el primer paso a un desarme final y al fin del conflicto.

Estamos cansados en Colombia de sonreír con títulos deportivos, bailar cada tonada y disfrutar del paisaje, mientras que nos siguen matando, mutilando y cortando los sueños con una guerra sin sentido.

Estamos cansado que exportar café, producir petróleo, ganar medallas, títulos y reconocimientos, si volteamos y a nuestra espalda mueren miles de personas con minas, otros son desplazados y las vías destrozadas con bombas.

Estamos cansados de que la paz sea para los colombianos una paloma blanca y una bandera que se ondea con parcial pureza. Queremos que la paz sea real, que no mueran más civiles y que podamos recorrer nuestro territorio con la total tranquilidad de que somos un país rico en economía, naturaleza, personas pujantes. Queremos vivir en un país sin pobreza, un país rico en paz.