En Colombia la educación es el camino, según meta del Gobierno Nacional

El  Gobierno Santos se propuso como meta hacer de Colombia el país más educado de América Latina para 2025. ¿Una utopía?

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Foto: ARCHIVO.

Si algo tienen en común los países desarrollados y con altos índices de calidad de vida es una buena educación. Y se ha podido demostrar que a medida que crece el nivel educativo de una nación, así mismo crece la equidad, la seguridad y todos los demás factores requeridos para un Estado desarrollado.

En el caso de Colombia, el gobierno de turno se ha propuesto mejorar y avanzar en tres aspectos fundamentales: paz, equidad y, justamente, educación; todo ésto con el fin de trascender al país hacia el desarrollo, ese fin que tanto anhelan los países del llamado ‘tercer mundo’.

La educación es el motor de progreso en cualquier sociedad ya que, según lo explica el Plan Educativo Nacional de la Universidad Autónoma de México, sirve «para alcanzar mejores niveles de bienestar social y de crecimiento económico; para nivelar las desigualdades económicas y sociales; para propiciar la movilidad social de las personas; para acceder a mejores niveles de empleo; para ampliar las oportunidades de los jóvenes […] y para el fortalecimiento del Estado de derecho; para el impulso de la ciencia, la tecnología y la innovación».

Lo privado y lo estatal, una disyuntiva social

La brecha existente entre la educación pública y la privada en el país es evidente. Según Alexánder Rúa, estudiante de la Universidad de Antioquia -principal claustro de educación superior estatal del departamento-, «la educación privada tiene mayores y mejores recursos y condiciones para desarrollar su estilo educativo que la pública».

A su parecer, «el déficit presupuestal que tiene la educación pública complejiza su desarrollo». Apenas hasta el 2016, el gobierno invertirá más en educación que en cualquier otro rubro público, como la defensa, la salud o el agro.

Dicha priorización de recursos servirá para fortalecer el sistema educativo, indicó Gabriel Jaime Arango, director de Docencia de la Universidad Eafit.

«Considero que el Estado colombiano tiene los recursos con qué crear un establecimiento educativo de primer nivel, pero se requiere una voluntad política definidas y que el pueblo le exija a los gobernantes mejor educación», precisó Arango.

Precisamente, la inversión del Gobierno nacional en infraestructura física educativa ha sido significativa, con estrategias y programas como Jornada Única (para educación primaria y básica), y Ser Pilo Paga (programa de becas y créditos condonables para educación superior). 

Sin embargo, la inyección de recursos en personal humano y capacitación a maestros no ha sido suficiente, según el parecer de Alexánder Rúa, quien considera que las tasas de deserción en los diferentes niveles de formación pedagógica siguen siendo elevados.

«No se está combatiendo la deserción, que en últimas es el principal factor que favorece la desigualdad (…) Hay que mejorar en políticas de permanencia y de apoyo a los estudiantes, para que éstos puedan culminar sus procesos educativos», manifestó el educando.

Gabriel Jaime Arango se mantuvo en la misma línea de opinión al manifestar que se debe fortalecer la formación de docentes en el país, a fin de que los educadores sean cada vez más cualificados para instruir. 

«Garantizar que los educadores sean, en la medida de lo posible, los mejores seres humanos que la sociedad tiene para encargarles la tarea de formar a las nuevas generaciones», dijo.

Soluciones a corto y largo plazo

Para Arango, es «importantísimo acercar el sector educativo público y el privado», con el fin de «o seguir educando dos tipos de Colombia: una con oportunidades, y otra sin ellas; una con calidad, y otra que no la tiene».

Dicha «equidad educativa» permite, entre otras cosas, estandarizar «la responsabilidad y la calidad de oportunidades», favoreciendo a que los jóvenes de los sectores más vulnerables de la sociedad puedan salir de la situación de pobreza a la que se ven sometidos.

Ante tal tarea, Arango señaló que «el país está improvisando los criterios y las orientaciones en temas educativos». Para él, se requiere «más rigor en la investigación cultural, social, científica, tecnológica y artística para orientar el criterio educativo».

En ese orden de ideas, el académico consideró que la capital antioqueña va por buena vía en educación. «La ruta de Medellín en educación es muy buena, que se debe conservar a futuro y convertirla en referente para otras regiones del país», manifestó.

«A mí juicio, Medellín es un buen ejemplo de lo que se debería estar haciendo en Colombia. Valoro lo que han hecho las últimas tres administraciones de la ciudad, ya que pusieron en el centro de la gobernabilidad los intereses y los propósitos educativos para crear oportunidades en Medellín para la niñez y la juventud, en ambientes más propicios y docentes más capacitados e idóneos», agregó Arango, quien es experto en temas de Educación Social.

La «relación entre educación y cultura», la lectura adecuada del «contexto cultural de las regiones» -su historia, idiosincrasia, maneras de pensar y sentir- y hacer de las oportunidades académicas algo pertinente a cada zona y grupo cultural son otras de las claves para el crecimiento paralelo de la educación y la calidad de vida de los colombianos.

«Debemos tener confianza en que la educación cifra la esperanza de una mejor sociedad. Lo conseguiremos en la medida que la educación colombiana se interese y se preocupe más en formar la conciencia histórica, moral y de responsabilidad social del ciudadano», finalizó Arango.

Es mucho el trabajo que le resta al Gobierno Santos en su compleja misión de hacer de Colombia el país más educado de la región. La priorización de recursos para proyectos educativos es tan solo el primer paso en el objetivo de la Nación de crecer educativamente y, a su vez, en todos los ámbitos sociales.

Acerca de David Esteban Álvarez Ortiz

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Soy periodista, locutor e historiador en formación. Aficionado a la cocina, al cine, al fútbol y al baile, creyente de la educación como motor de cambio. Redactor de economía y derechos humanos.

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