Tras quince años de la Operación Orión, sigue el misterio de los desaparecidos

Es, quizá, la operación militar que más polémica ha causado en el país, por la participación de grupos paramilitares y la desaparición de decenas de jóvenes.

Pese al pasado, la comuna 13 resiste contra la violencia y, actualmente, ha mejorado considerablemente los índices de seguridad. Foto: Cortesía.

El 16 de octubre de 2002, ocurrió uno de los episodios más sangrientos de la historia de Medellín: Álvaro Uribe Vélez, recién posesionado como presidente de Colombia, declaró Estado de excepción y policías, soldados y paramilitares se tomaron la comuna 13, hasta entonces bajo el control de las milicias de las guerrillas de izquierda.

Todo inició con una reunión en el 2001 entre Pedro Juan Moreno, principal promotor de la campaña de la primera elección de Uribe, y los cabecillas del Bloque Cacique Nutibara de las Autodefensas Unidas de Colombia, Daniel Mejía Ángel y Elkin de Jesús Loaiza Aguirre.

El mismo alias «Don Berna» declaró que había preocupación por la presencia de guerrilleros en la comuna 13, pues este era el único enclave de milicianos en la ciudad de Medellín, ya entonces bajo el control de los paramilitares.

Adicionalmente, varios altos jefes militares del Estado participaron del plan de retoma de la comuna 13, a saber, el general Mario Montoya Uribe, comandante entonces de la Cuarta Brigada del Ejército; el comandante de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá, general Leonardo Gallego; el coronel Mauricio Santoyo Velasco, comandante regional del Gaula, y Uber Darío Duque Álvarez, jefe seccional de Investigaciones del CTI Medellín.

Por tal motivo, las fuerzas armadas penetraron desde los enclaves establecidos en la zona hacia las 4:00 de la mañana de ese 16 de octubre, con el apoyo de la fuerza aérea. En cada grupo de uniformados iba, al menos, un paramilitar cubierto con pasamontañas, quien era el encargado de guiar a los uniformados hasta las viviendas donde vivían presuntos guerrilleros y milicianos. 

Pero la mayoría de capturados nunca fueron ante un estrado judicial. La mayoría eran torturados para sacarles información, en tanto que otros eran asesinados y arrojados en fosas comunas, para evitar que al quedar en libertad volvieran a retomar el sector.

Durante las más de 60 horas de combates, muchos jóvenes identificados como supuestos milicianos fueron asesinados en Santa Fe de Antioquia, en una finca de los paras, y luego arrojados al río Cauca; de otros más nunca se supo su destino o paradero.

A los cabecillas paramilitares que lideraron la operación los asesinaron poco tiempo después, a la vez que a Pedro Juan Moreno, maquinador de la operación, murió en un accidente aéreo que poco después se descubrió que podría ser un asesinato. Nunca hubo juicios ni reconocimiento de víctimas, en tanto que se sospecha que decenas de cadáveres se hallan arrojados en La Escombrera y otras fosas comunes. 

La guerrilla nunca volvió a pisar la comuna, y el miedo se apoderó de la misma, en tanto que la tristeza y desesperación sigue en el corazón de muchas familias que, en vano, le han pedido a las autoridades y los jefes ‘paras’ que digan la verdad sobre lo ocurrido. Las cifras oficiales señalaron que hubo pocas bajas y que la mayoría de muertos pertenecieron a las milicias, pero la infamia de Orión, se presume, habría dejado cientos de muertos y desaparecidos.

 

Acerca de David Esteban Álvarez Ortiz

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Soy periodista, locutor e historiador en formación. Aficionado a la cocina, al cine, al fútbol y al baile, creyente de la educación como motor de cambio. Redactor de economía y derechos humanos.

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