La resistencia civil contra la paz

Uribe Vélez llamó a la “resistencia civil” en días pasados, para oponerse a los acuerdos de paz que, considera, le hacen demasiadas concesiones a las Farc, entre otros argumentos. 

Álvaro Uribe
El senador, Álvaro Uribe Vélez, ha sido enfático en aclarar que la resistencia civil pacífica que está promoviendo, hace parte de la institucionalidad democrática. Foto: CORTESÍA.

La resistencia civil ha sido un argumento de las sociedades para resistirse a ciertas acciones políticas consideradas injustas, algunas de ellas, han marcado  hitos históricos en torno al reconocimiento de derechos sociales y políticos a través de la no violencia en estados mayoritariamente dictatoriales, coloniales o intransigentes.

Este juego de poderes entre la ciudadanía que reclama un derecho y la clase dirigente que lo niega va acompañado de una fuerte convicción moral por parte de los reclamantes que se ha traducido en mejoras de los sistemas democráticos y en la reivindicación de los derechos humanos y por tanto, de mejoras en la condición de vida y en la dignidad de los pueblos.

Ghandi, quien es uno de los ejemplos más reconocidos, propuso una resistencia pacífica contra el sistema colonial ingles al considerar injustas ciertas normas lo que  terminó por darle la independencia a la India.  Martin Luther King, inicio otra recordada resistencia  por el reconocimiento de los derechos civiles de los afrodescendientes en los Estados Unidos, país que terminó por reconocerlos, de igual forma los movimientos civiles a favor del sufragio feminista han dado sus frutos.

Resistencia civil en Colombia

Esta resistencia pasiva, que abandona el uso de la fuerza también se ha dado en Colombia, los indígenas del cauca en el 2002 marcharon provistos solo con bastones contra guerrilleros armados y evitaron que su pueblo fuera tomado y secuestrados los policías que allí estaban.

Otro valiente ejemplo fue el de las madres de la costa caribe que decidieron marchar  pacíficamente y adentrarse a un campamento paramilitar y reclamar a sus hijos a los comandantes de estos bloques, logrando que fueran devueltos de las filas armadas.

En estos casos hay dos aspectos en común, por un lado el uso de la no violencia como elemento predominante  y la lucha a favor del reconocimiento o restitución  de  un derecho negado o violentado. La desobediencia civil, decía Ghandi, “es la afirmación de un derecho que la ley debería dar, pero que niega”, el derecho negado en este caso es la paz, que si bien lo reconoce la constitución está negado por el conflicto interno, por ello, es lógico marchar y oponerse a la guerra, pero hacerlo en contra de la paz es delirante e incomprensible.

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Tergiversar el concepto de resistencia civil aumenta la polarización en una sociedad ya de por si confundida y no contribuye en nada a construir una cultura de paz. El uso de la violencia es la negación del respeto por el otro como sujeto de derechos inalienables, así al eliminar el respeto, se niega la dignidad de la persona humana y una vez hecho esto, las condiciones para la barbarie están dadas. Por lo tanto, hacer resistencia civil en contra de la paz, es hacerla en contra del respeto, lo cual termina desvirtuando la esencia histórica de esta lucha.

Este llamado  recuerda las luchas bipartidistas de mitad del siglo pasado donde los  dirigentes políticos azuzaban a sus seguidores en espirales de violencia que promovían odios heredados que la próxima generación como deuda adquirida continuaba reproduciendo.  Es hora de romper esa cadena y de continuar haciendo resistencia civil pero a la guerra.

Acerca de Jhonatan Correa M

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Magister en Derechos Humanos, Paz y Desarrollo Sostenible Universidad de Valencia, España

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