No son niños discapacitados, son personas con una diferencia lingüística

En Medellín, una institución educativa dedica gran parte de su personal y esfuerzos para atender a la población infantil con algún tipo de condición particular.

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Los niños de la Institución Educativa disfrutaron del Día del Niño como si fueran ciegos, sordos y oyentes fueran uno solo. Foto: EL PALPITAR.

En Colombia, una tercera parte de la población son niños. Dentro de la población infantil, a su vez, miles de niños pertenecen a los tres millones de personas con algún tipo de discapacidad auditiva, visual o cognitiva, pero solo un porcentaje menor recibe educación especializada.

Esta problemática abre las brechas ya existentes entre los infantes con condiciones especiales y sus semejantes. Según la ONG Agencia de Comunicación Pandi, solo el 15,5 % de las personas con discapacidad que se hallan en edad productiva realiza algún tipo de labor formal, lo que evidencia que el abismo existente entre las personas con impedimentos y el resto de la sociedad perdura hasta las edades adultas.

No obstante, en el Día de los Niños cabe visibilizar la labor de algunas personas e instituciones que, a veces con mucho esfuerzo, han decidido derrumbar todo tipo de estereotipo y trabajar con menores de condiciones especiales, bien sea porque padecen sordera, ceguera o algún retraso mental. Su labor, digna de ser recordada en esta conmemoración, destruye barreras comunicativas y amplía las oportunidades para los niños que, a partir de ahora, no serán discapacitados, sino que poseerán una diferencia lingüística.

Educar para superar

Si la educación es capaz de transformar un país, con mayor razón sirve para cambiar vidas. Según Clara Inés Montoya, docente de Primaria de la I.E. Francisco Luis Hernández -la única institución de Medellín dedicada al trabajo especializado con niños con diferencias lingüísticas-, el proceso de aprendizaje, si bien puede ofrecer retos particulares, es vital para que los niños puedan superar la barrera comunicativa que los aísla del mundo y contexto que habitan.

Montoya trabaja con nueve estudiantes sordos, uno con retraso motor, otro más con hidrocefalia y una niña que sufre de epilepsia, pero su experiencia de más de una década enfocada en la educación a menores en condiciones especiales le ha permitido comprender las claves para que el proceso de aprendizaje sea lo más agradable posible para ellos. «Ellos no son discapacitados; son niños normales. Por eso, mi trabajo de enseñanza es como con cualquier otro niño (…) Aprenden de una forma visual, por lo que uno debe adaptarse a ellos para que puedan entender cierto tema. Utilizar el teatro, videos y dibujos es una buena opción», indicó.

No obstante, todo esto se dificulta debido a un impedimento que, a diferencia de sus patologías, no es de los niños. «En las casas y otros espacios ni aprenden el idioma (Lengua de señas colombiana) ni se comunican con otras personas. Hace un, mes llegó un niño nuevo a tercero de primaria. Después de que la familia busca opciones de oyentizar [u oralizar] a los niños sordos, los traen a la institución sin que ellos sepan lengua de señas, es un reto muy grande», precisó Montoya.

En la I.E. Francisco Luis Hernández hay 920 estudiantes, de los cuales 200 son sordos y 97 son ciegos. Sin embargo, tan solo cuatro de esos niños han recibido educación especializada desde preescolar. (Lea también: Lengua de señas, el idioma que rompe barreras y prejuicios).

Integración social y educativa

En el caso de los menores sordos, poseen una particularidad que los diferencia de los niños en condición de ceguera o retraso cognitivo: sus formas de comunicarse son completamente diferentes. Un árabe en el centro de Medellín tiene más facilidades de comunicarse que un niño sordo en el seno de una familia oyente, especialmente si ésta es el primer agente en poner barreras comunicativas con el menor.

Por tal motivo resulta vital que los menores acudan a un lugar donde puedan compartir con personas de condiciones similares a las suyas y puedan, quizá por primera vez, establecer relaciones interpersonales de calidad. De acuerdo con Clara Inés Montoya, cuando los niños entran a instituciones educativas como en la que ella trabaja, «llegan al lugar que es, pues se encuentran con sus pares sordos».

Ese concepto lo comparte la docente e intérprete de señas Eldy Eliana Zuluaga, quien desde hace 20 años trabaja con personas audio impedidas, quien manifestó que los niños en condición especial «son ciudadanos, y por ende tienen derecho de participar de todos los ámbitos sociales, políticos y culturales».

Sin embargo, esto puede prestarse para conflictos, encontrones que son absolutamente necesarios. «Por el hecho de que su lengua es distinta, ágrafa, visogestual y que su canal de percepción es cien por ciento visual, se establecen diferencias con la consmovisión del oyente, lo que propicia conflictos», dijo. En el colegio se han presentado casos de chicos oyentes que se ríen de cierto chiste o conversación mientras, casualmente, un muchacho sordo pasa cerca. «¿Qué es lo primero que piensa? Claro, se están burlando de mí», mencionó la docente.

No obstante, este tipo de desencuentros sociales facilitan el aprendizaje de métodos de resolución de conflictos entre los menores. Con procesos de mediación, los profesores les explican tanto a sordos y ciegos como a oyentes las condiciones de sus compañeros. El resultado es que, al salir de la institución, los menores que no poseen alguna condición especial salen con una conciencia social de inclusión mucho más desarrollada que la de la ciudadanía en general.

Ese es, quizá, el primer paso para cambiar el imaginario colombiano frente a las personas con algún tipo de limitante, si se permite el término. Y ese cambio parte de las familias. Buscar programas culturales con intérpretes, aprender lengua de señas o braille y buscar escuelas adecuadas para sus miembros sordos es el primer y más grande escalón. Una vez superado, el niño hará el resto, pues habrá desarrollado a tal punto sus otros sentidos y habilidades que podrá desenvolverse como lo que es: un integrante más de la pluricultural sociedad.

Acerca de David Esteban Álvarez Ortiz

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Soy periodista, locutor e historiador en formación. Aficionado a la cocina, al cine, al fútbol y al baile, creyente de la educación como motor de cambio. Redactor de economía y derechos humanos.

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