Población transgénero en Medellín, ¿víctimas de una sociedad aún intolerante?

Alrededor del 98% de las personas transgénero han manifestado que han sufrido, mínimo una vez, discriminación o rechazo.

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Foto: CORTESÍA.

En la era de la globalización y las redes de información y comunicación inmediata se han ampliado los horizontes y los imaginarios relacionados con la diversidad cultural, religiosa, ideológica y sexual. Aún así, en Colombia y en ciudades como Medellín se siguen registrando casos irrisorios de intolerancia y maltrato.

Específicamente, la diversidad sexual se ha encontrado con fuerte resistencia por parte de la «sociedad conservadora colombiana», como la define Patricia Páramo, investigadora de Población Lgbti de la Personería de Medellín. Para ella, en el país y, no yendo muy lejos, en la ciudad, «las personas no aceptan aún a la gente que se sale del rol que ya está impuesto por una mentalidad colectiva».

Según sus investigaciones en el tema, Páramo ha llegado a la conclusión de que el grupo de mujeres y hombres tránsgenero, que hace parte de la comunidad Lgbti, es el que más han sufrido por la discriminación, el rechazo y, en algunos casos extremos, el maltrato por parte de la sociedad. Esta problemática se agudiza cuando la víctima es estudiante, ya sea de básica, media o universidad, pues encuentra fuerte resistencia por parte de sus compañeros de clase.

Ese fue el caso de Lilith Natasha Borderline, activista Lgbti, profesional en artes escénicas, antropóloga y funcionaria de la Secretaría de Cultura Ciudadana, quien expresó lo que sintió a lo largo de toda su carrera universitaria. «En la Universidad de Antioquia yo conocí la discriminación por parte de docentes. Por ejemplo, en mi ceremonia de grados, solicité ser nombrada con mi nombre identitario, y la universidad me negó el derecho», dijo Lilith. ¿Qué sucede al respecto, en los colegios y universidades de la ciudad?

¿Es la escolaridad un refugio para los transgénero en Medellín?

Habrá que empezar por definir qué es una persona transgénero. Si bien pudiera confundírsele con el travesti, que es aquella persona que se viste con prendas del sexo opuesto, el transgénero va más allá de la simple apariencia física. Es una mentalidad que motiva a la persona a cambiar su genitalidad radicalmente, es decir, cambiarse de sexo.

Entrando al tema educativo, se supone que colegios y universidades son entendidos como espacios en los cuales prima la libertad y el desarrollo del pensamiento. Aún así, según lo explica Patricia Páramo, la intolerancia por la diversidad sexual ha permeado incluso los claustros académicos.

A su parecer, el motivo radica en la falta de capacitación de los padres y docentes. «Lo que esta población necesita es acompañamiento y aceptación por parte del padre de la familia, el cual tristemente todavía no está preparado para asumir la diversidad sexual», expresó la investigadora. «Si no hay aceptación desde el hogar, ¿cómo la puede haber en los colegios?»

Es el turno de las cifras. En Medellín hay aproximadamente 410 colegios oficiales; en el ideal, cada colegio debería tener mínimamente un profesor capacitado para atender problemáticas relacionadas con la diversidad sexual. Lo cierto es que solamente hay 165 profesores adheridos al programa de capacitación de la Secretaría de Educación para hacer frente a esta temática.

Si bien no hay datos oficiales con relación a la cantidad de jóvenes estudiantes que se identifican con algún grupo de la comunidad Lgbti, se puede decir que la cantidad de maestros capacitados es precaria. «Todavía hay homofobia, lesfobia y transfobia. Me parece preocupante que en el campo educativo no se prepare directa y constantemente a los profesores para las diferentes dificultades que pueden tener en las aulas», dijo Páramo.

Mencionó, además, un caso que evidencia las carencias que tienen los colegios para promover la diversidad sexual. Una joven transgénero de la ciudad, de la cual nos reservamos el nombre, sufría de discriminación a la hora de suplir sus necesidades físicas: tanto mujeres como hombres de la institución educativa a la cual pertenecía se resistían a que ella entrara a sus respectivos baños.

Se tomó la determinación por parte de las autoridades del colegio de permitirle la entrada al baño asignado a los profesores y docentes. Al parecer, la joven también encontró resistencia por parte de los docentes, lo que la obligó a marcharse de la institución. ¿Se puede esperar, entonces, tolerancia por parte del estudiantado? «Y a la falta de capacitación de los profesores debemos sumar que los manuales de convivencia que hay en los colegios son caducos y no corresponden a los imaginarios de la sociedad actual», puntualizó Páramo.

Por su parte, Lilith Natasha manifestó que «ninguna de las instituciones sociales opera como un refugio para las personas transgeneristas; más bien, son lugares de opresión que promueven la discriminación». También hizo hincapié en la normativa escolar como principal agente permisivo de discriminación. «No tenemos en el ámbito escolar un manual de convivencia que sea incluyente y respetuoso de la diversidad. Los manuales están en función de roles estereotipados de género de hombre y mujer», expresó.

¿Está la institucionalidad capacitada para hacer valer los derechos de la población transgénero?

Con el fin de cobijar sus derechos y garantizar el cumplimiento de los mismos, la Secretaría de Inclusión Social y Familia, en compañía de por lo menos otras ocho dependencias de la Alcaldía, ha adelantado programas y políticas que han recibido acogida en la ciudad. Por ejemplo, la puesta en marcha de la Ley Antidiscriminación ha redundado en la disminución de los casos de rechazo hacia la población.

Aún así, y como lo explica la investigadora, todavía hay temor y desconfianza hacia la institucionalidad. «Si bien tenemos muchos casos de discriminación, sabemos que hay más que no son denunciados», dijo Páramo, quien agregó que desde la Administración Municipal son «conscientes de que se vulneran los derechos de la comunidad, pero es necesario que ellos mismos dejen a un lado el temor y denuncien».

Explicó que, desde su despacho, se busca no sólo escuchar a las víctimas, sino ofrecerle soluciones oportunas. Por tal motivo, animó a todos aquellos miembros de la población transgénero en la ciudad que sufran rechazo, discriminación o maltrato, acercarse y denunciar su caso a la sede de la Personería de Medellín, ubicada en la Unidad Permanente de Justicia, al frente del Parque de los Deseos.

Acerca de David Esteban Álvarez Ortiz

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Soy periodista, locutor e historiador en formación. Aficionado a la cocina, al cine, al fútbol y al baile, creyente de la educación como motor de cambio. Redactor de economía y derechos humanos.

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