En el contexto latinoamericano, Colombia ocupa el segundo lugar en cuanto a índices de desigualdad se refiere.
Según el último informe del Banco Mundial, en el top 10 de los países más desiguales del mundo hay cinco africanos y cinco latinoamericanos, ocupando Colombia el segundo y sexto lugar en el ámbito global y latinoamericano, respectivamente.
Si bien las tasas de pobreza en el continente americano han disminuido, debido al aumento en el ingreso medio de sus habitantes, la desigualdad, provocada por la desemejante distribución de la riqueza, ha crecido a la par de la economía, al punto de compararse con naciones africanas.
Justamente, entre los países de ingresos medio y altos, Colombia se encuentra en primer lugar en cuanto a desigualdad se refiere, ya que en el país el 10% de la población más rica gana cuatro veces más que el 40% más pobre.
A su vez, en el índice de desarrollo humano -IDH- de la ONU, el país cafetero pierde diez puntos cuando entran en juego las cifras de desigualdad, que se ven agravadas al considerar aspectos como el acceso a la salud, la educación y los bajos salarios que perciben los colombianos.
De acuerdo con el informe, Colombia sólo es superado por Honduras, y está por encima de Brasil, Guatemala, Panamá y Chile, lo que evidencia que en países donde ha aumentado considerablemente el poder adquisitivo y el Producto Interno Bruto -caso de Brasil, Panamá y Chile-, sigue habiendo una distribución desigual de los recursos económicos.
Si bien América Latina «logró sacar de la pobreza a más de 70 millones de personas, mientras su clase media se expandía hasta representar más del 50% de la población», la educación, la seguridad y la salud siguen siendo el núcleo de críticas por la precariedad en el servicio prestado, según pudo establecer en una investigación el Banco Mundial.
Asimismo, 130 millones de latinoamericanos aún están viviendo en la «pobreza crónica», para lo cual la organización considera que será necesario «adoptar políticas tendientes a reanimar el crecimiento» de la región, además de «reordenar el gasto público y aprovechar las tasas de cambio para estimular la economía, sin desatar la inflación».
