Para entonces, Medellín era la ciudad con la tasa más alta de homicidios del mundo, con 311 muertes violentas por cada 100 mil habitantes.
El 2 de diciembre de 1993, en una vivienda del occidente de Medellín, fue abatido Pablo Escobar Gaviria, máximo jefe del cartel de Medellín y el criminal más buscado de toda la historia de Colombia, quien llegó a acumular una fortuna que, según datos que algunos han tildado de fantasiosos, hubiera alcanzado para pagar la deuda externa de Colombia en la década de los 90.
Escobar nació en Rionegro, fue el tercero de siete hijos en una familia campesina y desde muy joven mostró astucia por los negocios, de acuerdo con lo que manifestó a medios de comunicación su madre, Hermilda Gaviria.
Sin embargo, dicha astucia lo convirtió en el cabecilla de la organización delincuencial más grande de Colombia, posición que le permitió amasar, gracias al narcotráfico de gran escala, una fortuna que sobrepasó por mucho a la de los grandes millonarios colombianos de la época.
Juan Pablo Escobar, hijo del desaparecido capo, narró en su libro «Pablo Escobar, mi padre», que la cantidad de dinero que ganó el capo era tal que toda su familia «vivía en un mundo de fantasía: tenía más dinero que cosas para comprar«.
Por ejemplo, Escobar llegó a gastar hasta dos mil 500 dólares mensualmente en ligas para amarrar los fajos de billetes que percibía por el envío de drogas, principalmente, a Estados Unidos.
El cartel de Medellín, encabezado por Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha alias «El Mexicano», llegó a controlar para inicios de los 90 el 80 por ciento del mercado mundial de cocaína.
Si bien para muchos Escobar fue un hombre que llevó viviendas y ‘equidad’ a algunas familias pobres de Medellín, lo cierto es que mientras él estuvo con vida la capital antioqueña se convirtió en la ciudad con mayor cantidad de homicidios del mundo, con un pico de casi siete mil muertes violentas en 1991.
Eso sí, tras su deceso el 2 de diciembre de 1993 las cosas no mejoraron mucho para la ciudad. De inmediato comenzó una guerra entre pequeños cabecillas de su organización por hacerse del control de Medellín y las rutas de tráfico que Escobar había construido.
El cartel de Cali, de los hermanos Rodríguez Orejuela, se haría finalmente con gran parte del ‘negocio’ y en Medellín se empezaría a experimentar un conflicto urbano que se agravaría con la llegada de los paramilitares y las Farc a la cabecera municipal.
Escobar, ‘ángel’ para unos y ‘demonio’ para otros. Lo cierto es que su vida y muerte marcaron un antes y un después para Medellín, ya que el día de su fallecimiento todas las cámaras y ojos del mundo se posaron sobre la ciudad: el narcotraficante más poderoso de la historia era abatido mientras infructuosamente intentaba escapar por el techo de la vivienda donde se escondía.
Como dijo Jhon Jairo Velásquez, alias ‘Popeye’, jefe de sicarios de Pablo Escobar, éste «no dejó gobernar a tres presidentes y transformó el lenguaje, la cultura, la fisonomía y la economía de Medellín y del país. Antes de Pablo Escobar, los colombianos desconocían la palabra sicario. Antes de Pablo Escobar, Medellín era considerada un paraíso. Antes de Pablo Escobar, el mundo conocía a Colombia como la tierra del café. Y antes de Pablo Escobar, nadie pensaba que en Colombia pudiera explotar una bomba en un supermercado o en un avión en vuelo«.
A partir de su fallecimiento, crecieron los rumores en torno a su asesinato. Incluso hubo quienes indicaron que Escobar seguía vivo. Las hipótesis arrojadas desde entonces abundan, pero la que establecieron las autoridades fue confirmada por peritos forenses con el correr de los años: Pablo Escobar Gaviria fue dado de baja por un francotirador de la Policía que hacía parte del operativo policial que pretendía capturarlo.
22 años después, Medellín es una ciudad que sigue siendo foco de atención, pero ahora lo es por su desarrollo sostenible y sus prácticas innovadoras, que la han llevado a competir por diversos reconocimientos en el ámbito mundial.
Sin embargo, todavía hay huellas de la guerra que no han podido sanarse y siguen generando problemáticas sociales de consideración, como la delincuencia común, el microtráfico, las bandas criminales y el control territorial por actores ilegales. Ese es el legado de cinco décadas de conflicto, del cual Escobar fue protagonista.