Merecemos una democracia con argumentos, no con señalamientos maniqueístas.
Nuestra política parroquial se ha alimentado a lo largo de su historia de maniqueísmos y comparativos que son, además de ridículos, carentes de argumentos reales, desvirtuando el valor del sano debate y alimentando la polarización de la que siempre hemos sido presa.
Un maniqueísmo es una actitud de interpretación, en la que se ven o se quieren ver las cosas como buenas o malas, es decir, que a parte de agregar un valor emocional y axiológico a los argumentos, no se ve en matices de grises sino en extremos de blancos y negros, y esto ha sido una herramienta sumamente eficaz como método de persuasión de masas, lo que no significa que alimenta un sano debate.
Ejemplo de esto se vive a cada día en nuestras Redes Sociales, en las que solo por el hecho de opinar, ya se es o un paramilitar o un guerrillero; es un amigo del terrorismo o un enemigo de la paz; o peor aún, quiere la paz o quiere la guerra.
Quienes caen en esa oratoria y retórica infantil, están limitando la capacidad de argumento, tanto la propia como la de su opositor, encasillando y amarrando esos mismos argumentos bajo los conceptos de bueno vs malo; eg: yo estoy bien, ergo tu estás mal; yo sigo a dios ergo tu al demonio; yo sigo la paz, ergo tu a la guerra.
Y como anillo al dedo cae el recurso maniqueísta en épocas donde ya se habla de un pronto acuerdo entre el grupo terrorista Farc y el Gobierno Nacional, y por el que debería haber un proceso de respaldo o no a lo pactado en la Habana, en el que pareciera que opinar es un pecado y opinar distinto sí que más, señalando al otro como si tuviera en sus carnes la marca de Caín.
¡Por favor, tengan un poco de respeto por ustedes mismos y sus interlocutores! Si surgen los alegatos por política u otra índole, no caigan en los detestables maniqueísmos, no se alimenten de un aura de divinidad condenando el argumento ajeno al infierno y al purgatorio; además de vulgar, habla mal de su capacidad argumentativa y alimenta un odio nacional que hoy por hoy, parece una bomba de tiempo, apunto de estallar.
Nada es más detestable que el señalamiento injusto y el oído sordo ante las razones expuestas, solo porque unos “están del lado del bien” y otros “del lado del mal”, y a quienes no tienen el mínimo respeto por la opinión del otro, les recuerdo que en escenarios democráticos, la libertad de expresión es una máxima y un pilar, y quienes atentan contra esta, los invito a reflexionar sobre las palabras de un sabio de la ilustración, el señor François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, quien dijo: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”.